Oír ver y callar, ordenan las
ordenanzas.
Aún que las leyes injustas.
Promulgadas por nuestros
diputados.
Si son buenas para la banca, no
hay derecho a rechistar.
Así que todos los que han firmado
una hipoteca, y no la puedan pagar.
A la puñetera calle, sin techo,
sin que puedan reclamar.
Sugiero incluso hacerles una
quita a sus derechos.
Echarlos incluso de debajo del
puente, ni tampoco en soportales.
También borrarlos del censo, no
sea se les ocurra votar.
Que se queden en la calle y
conduzcan tartanas destartaladas.
Sin pasar la ITV, por supuesto sin seguro.
Se preguntaran ustedes, ¿Cómo vivirán?
Tal cual viven los gitanos, siete
familias en una chabola no se vayan a enfriar.
Que mendiguen, o que roben en las
tiendas qué más da.
Que hagan sus chapuzas, todo en
negro, y por supuesto sin cotizar.
Sí no cotizan otros vampiros,
porque a estos no muertos les vamos a exigir “ná”
También pueden dedicarse a la
chatarra, quitar las ventanas en las obras.
Llevarse los cuadros de la luz, incluidos los
cables de cobre, todo lo que sea metal.
¿Y cuando no quede nada?
Aparcar coches en la calle, dame
algo o te pego una “rayá”
Que sean de izquierdas o
derechas, sin derechos quedarán.
Embargados hasta los tuétanos,
para ellos –Dios me perdone- no habrá gota de piedad.
Por inconscientes, inconsistentes,
por fiarse de los bancos.
Por sentirse humillados, por
buscar el amparo de quién les quiso escuchar.
Por haber tenido hijos, mujer, suegra,
perro, papagayo, también un gato quizás.
Es una lástima no se estile, lo
que los romanos ha siglos ya pusieron de moda.
Aun así lo diré por sí a alguno lo
inspira.
Algo simples el instrumento es;
dos maderos son.
En vertical se pone uno, el otro
es para los brazos, por lo tanto horizontal.
Algo más es necesario para sostener el cuerpo, serán tres
o cuatro clavos nada más.
Ya está listo el instrumento, ¡toma
ya! ha salido una cruz.
Ahora como hace dos mil años,
como se le hizo a aquél…
No recuerdo bien su nombre,
llevaba pelo y barbas largas, y... se atrevió contra el poder.
Ablandarlo con unos cuantos
latigazos, fue entonces menester.
Le enseñaron el camino para que rindiera la
testuz…
¡Dios mío! ahora lo recuerdo su
nombre era… ¡Jesús!
Por treinta monedas le vendieron.
Aquí, y ahora son unas cuantas más.
Hay que sumar las que les
quitaron, y las que nos van a quitar.
Pero eso es calderilla, un millón
y medio de no muertos, los podemos soportar.
Jabón para lavarse las manos tienen
nuestros diputados.
Los demás ya se verá, lo más
seguro es que la vayamos a pringar.
Además aún queda la solución de
la cruz.
Debemos pensar en que les hacemos
un favor fenomenal.
Lo mismo dentro de mil años cual
le sucedió a Jesús.
En procesión de semana santa, al
son de trompetas, al canto de saetas.
Adorados por todos, estarán en el
santoral.