Divinidades divinas de la muerte, titanes, dioses, semidioses o héroes, personajes míticos, luces y sombras, faros guía de nuestros ancestros, el ejemplo a seguir por todo ser viviente, padres, hijos, nietos y generaciones venideras...
Dioses creados por el hombre, en el afán de huir de la
orfandad, por temor a la soledad del universo, por la imperiosa necesidad de una figura con la cual ir de la mano en su
viaje al más allá.
Figuras de leyenda, héroes de mil batallas, inspiración de poetas,
desde los más remotos tiempos y para todos los gustos. Dioses a los que rezar,
pedir favores, y clemencia, dioses con los que revolcarse en la cama, o
pudrirse en la lama, dioses de conveniencia, a imagen y semejanza de los otrora
habitantes de las antiguas Grecia, y Roma.
Dioses que engendraron hijos, semidioses, héroes, sátiros,
bestias y engendros, practicaron el incesto, asesinaron otros dioses, y a los
reyes pusieron cuernos.
Padres de la tortura, envidiosos Inconformistas que abandonaron
el Olimpo para instalarse entre
nosotros, dioses a los que ya no le
placen los rezos, plegarias, ni humildes ofrendas, dioses humanizados,
asociados en comandita a humanos endiosados, ahora en el anonimato, antes devotos de Baco, hoy prefieren whisky, vodka, ginebra, un canuto de maría, o
unas rayas de coca.
Dioses tendidos al Sol, de cuerpos morenos, en alguna playa
del Caribe, o isla privada de los mares del Sur, con su cohorte de esculturales
sirenas, dioses que delegaron en sus engendros, la esclavitud, y la sumisión
total de la humanidad.
Dioses despojados de divinidad, amparados por su inmensa
prole, protegidos estos también por ese invento, que los hace distintos a los
demás, -el aforamiento,- y ya nadie les puede tocar, engendros, villanos, que
poco o nada tienen de humanos.
A si mismo se llaman políticos, y se dicen nuestros
representantes, se sientan en el hemiciclo emulando sus progenitores, sitio
donde pocos pueden entrar, hermanos,
parientes, un buen amigo quizás, rigen nuestras vidas, toman lo que les apetece impuesto por ley
divina, que viene a ser el diezmo multiplicado
por seis, más el tres o cuatro per cent, para sus lacayos, incluso puede que más.
¿Para qué vivir en el Olimpo, y con nuestras figuras al ajedrez jugar?
Si aquí ya tienen todo lo que hay que tener. El Olimpo es
aquí; toda su prole en sede parlamentaria, ayuntamientos, empresa pública, o donde se pueda mangar.
Ostentan todo el poder, sin tener que viajar en un rayo, o a
lomos de Pegaso el caballo alado, sin necesidad de evaporarse y materializarse
otra vez, con todo ser humano al alcance de sus manos, para lo que venga en
ganas hacer, sin resistencia, sin justicia.
¿Y la diosa justicia dónde está?
Themis, o Fas, o como la quieras llamar, en su condición
femenina, acosada, acorralada, en jirones túnica o falda, de espaldas contra la
pared, impotente, sin nada poder hacer,
con los ojos tapados, la balanza adulterada, y el espadón mellado, desesperada
sin saber pa' dónde correr.
¿Y el pueblo... los ciudadanos de a pié?
Abandonados a su suerte, esperando justicia de derecho
romano, mientras los sátiros atendiendo a deseos divinos, a los pobres humanos les
hacen un griego a todo meter.
By: Luis Ángel Jul López.