En medio de
la fauna política, en un partido cuyas siglas han perdido su sentido, se ha
instalado como secretario general: El hombre del no.
P.S. son sus
iniciales, que a Pedro Sánchez corresponden, la cordura, -si algún día la
tuvo,- le abandonó, justo el caso
contrario de aquél fiel escudero, que hasta en las iniciales y por llevar la
contraria el destino de orden cambió, así es; a Sancho Panza me refiero, que cuerdo siempre
estuvo, tan sólo algo en común, los
palos recibidos por uno y otro, la
diferencia; los que le quedan por llevar al pobre Sánchez.
Palos para el
pobre Sancho, por seguir con parecidas locuras al caballero de la triste
figura, que en sus delirios buscaba justicia, veía princesas, y bellas doncellas en una porquera, en molinos manchegos gigantes
malvados, y en los molineros, ogros cabreados.
Tal cual le sucedía a su mentor maese Rodríguez cuando veía a un
tal Rajoy, locuras y delirios traspasados por dicho maese Rodríguez, a su pupilo Pedro Sánchez, convirtiéndole de esa manera en El
hombre del No
Pero lo de
Sancho Panza tan sólo eran críticas
noveladas, en genial parodia del manco
de Lepanto a la desmesurada entonces afición y querencia de sus contemporáneos por la lectura de caballerescas novelas, en las cuales se exageraban y exacerbaban las pasiones,
virtudes, y hazañas de dichos personajes.
El caso del
señor Sánchez es más triste y más patético que la historia del caballero de la triste
figura, por tratarse de la realidad que nos atañe y el estrago que puede causar al estado de bienestar, y por supuesto a nuestros bolsillos. Tenemos un personaje de novela que aspira al
gobierno de la nación, joven, con buena planta, y de verbo facilón, le falla el corazón, no hay pasión en sus palabras por mucho que lo intente, y como si eso fuera poco, y por desgracia, poca
cosa en la sesera. Sigue el señor Sánchez en
sus delirios quijotescos las enseñanzas de maese
Rodríguez Zapatero.
Tal y como le pasó a nuestro amigo Sancho con su señor D. Quijano, igual le pasa a Sánchez con su maese Rodríguez. Seguirá sus enseñanzas hasta que le muelan a palos bien molido el costillar, -en
sentido figurado, claro está- no cejará
el hombre en su empeño; echar de Moncloa al ogro Rajoy.
Palos, que no
por ser en sentido figurado duelen menos, sino al contrario, Pedro Sánchez, por
tozudo, obstinado y ramplón, en sus delirios, de querer ser presidente cuál antigua novela caballeresca, personaje
olvidado, o quizás desechado por Cervantes por demasiado incoherente, ansía sentarse al lado de su amada Dulcinea,
otorgándole a la misma, el título de dama primera del reino de las Españas,
desoye así propios y extraños que no le bailen el agua, y repite con denodada tozudez:
¡No, es no! ¿Cuál es la parte del no que no habéis entendido?
Con el ceño
fruncido, odio en la mirada, cegado por la ira rechina los dientes, aún está latente el dolor, la humillación de su última derrota. Nada ni nadie le importa ya, tan sólo la venganza personal, se cree el caballero que listo está para la revancha.
Ya ha elegido
armas y lema, el lema será decir: ¡No! Las armas, escudo partido por los
cuatro costados coronado por puño con rosa cerrado, la rosa deshojada, pétalos en el suelo, el fondo azul cielo, vientos huracanados llevando la tierra en nubes de polvo... -ya que a nadie esta pertenece,-
y nubes contadas a dedo, en honor al oficio de su maese Zapatero.
Intenta el
hombre del No de esa manera, cumplir la misión que el hortelano del perro así
le encargó, si no puedes gobernar, que no gobierne Rajoy… Ni Rivera, de Iglesias... líbrenos Dios.
Si de Sánchez
dependiese, estaríamos en estas tierras de España inmersos en continuas campañas, elección tras elección, sumergidos
en el sin sentido de un gobierno en funciones donde no se pueden tomar decisiones,
eso sí, a gastos pagados, tumbados en cálidas playas, echándose cremita del
mejor bronceador, sin levantar la cabeza, ni renunciar a la protección del
sombrajo. De ser preguntado, fuere lo que fuere, la respuesta ha de ser siempre
la misma: ¡¡¡No, no, y mil veces no, coño!!! ¿Cuál es la parte del no que no
entendéis?
En esas
estamos, mientras los ciudadanos, de nuestro bolsillo pagamos sueldos, dietas y
prebendas de los diputados, indemnizaciones, y jubilación. Da igual el color, si azules, rojos, naranjas,
morados, verdes o mezclados, no importa el color, aquí nada se mueve, ni nadie quiere que le muevan el sillón, lo urgente, lo principal, es:
¿Dónde nos sentamos? A derecha, centro, o
izquierda siempre en primera fila… en el gallinero no.
By. Luis Ángel Jul López
By. Luis Ángel Jul López