En Bananalandia todo era felicidad, y
podría seguir así de no ser porque los vampiros son una especie insaciable y sin
corazón, carente de sentimientos, al contrario de los zombis que a su vez son
dóciles y fáciles de manipular, eso sí, siempre y cuando puedan mantener su
ilusión.
Transcurrieron unos cuantos años,
todo eran días de vino y rosas, venían seres humanos llegados de otras tierras,
muchos de ellos hacían trampas para conseguir la nacionalidad, todos querían
ser babacas*. Mientras tanto los
vampiros afilaban sus colmillos pensando que se aproximada el día de pegarse un
buen festín con la sangre y el sudor de los zombis.
En el momento actual en Bananalandia,
los vampiros hace ya un lustro que dejaron de contentarse con el sudor y la
sangre de los infelices. Ahora ya quieren devorar también sus carnes y dejar
que sus huesos se sequen al Sol.
Estos hechos han producido una
tensión muy grande. Los zombis quieren volver a su condición de humanos, a los que les queda capacidad de reacción se
escapan a otros países y ya nadie quiere ser babaca*.
Los vampiros inamovibles de su
posición apoyados por sus acólitos los polít… estoó… por sus esclavos los Renfield, siguen
devorando las carnes de los pobres zombis que están desprotegidos. Pero algo se
empieza a mover, estos poco a poco se van dando cuenta de que están siendo
diezmados por aquellos que no ha mucho les sonreían al tiempo que susurraban
consignas y les colmaban de promesas, el descontento crece entre los habitantes
de Bananalandia, esto es los babacas*,
y no hay nada peor que un babaca*
enfurecido, algo que los vampiros no han tenido en cuenta.
Sí no se pone remedio, sí no surge
alguna otra especie que intermedie entre los zombis y los vampiros, no se
podría predecir cuál sería el futuro de los vampiros, estos deberían reconsiderar su postura y
contentarse con unos cuantos lametazos, el sudor sirve para además de alimentar
los vampiros, proteger la piel de los zombis, cuando esta se seca se produce un
efecto de irritación en las mermadas neuronas de dicha especie, no es dolor
tampoco frío o calor, es algo difícil de explicar, algo que mana de dentro del
pecho que va in crescendo, que le quita al pobre zombi la poca capacidad de
razonar, tornándolo de esa manera en un ser incontrolable, y como todos sabemos
una horda de zombis al ataque es imposible de defenderse de ellos, por una sencilla
razón, y es que están muertos en vida, y un muerto no se le puede volver a
matar.
En definitiva, desde mi rincón en
alguna habitación oscura lanzo un ruego en el intento de evitar males mayores,
si queda algún Renfield con rasgos de humanidad, le pido que desde su puesto
trate de poner coto a esta situación. Los zombis que andan vagando por los
pinares y bosques, al parecer ya se han puesto de acuerdo unos cuantos, se están armando de la única manera con la
que se puede acabar con los vampiros, con el método tradicional de toda la
vida.
A estacazo limpio.
Fin, o eso espero.