jueves, 28 de noviembre de 2019

Un minuto de silencio…

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… Manos cruzadas, miradas al suelo, en lo que va de año van 52, y mucho me temo, esté ya en el horno el minuto 53…

Declaraciones más o menos compungidas, fingidas de dolor, una hora menos ocho minutos de silencio, de inacción, una hora menos ocho minutos de hipocresía, de manipulación, y así, hasta la próxima víctima para añadir un minuto más…

Mientras tanto en el país de los derechos y de los lobbies, los cobardes sin valor para enfrentarse a un hombre seguirán matando a mujeres, niños, o quizás, quemando mendigos en los cajeros, y no pasará nada, tan solo un minuto de silencio y el tres por ciento del presupuesto pactado a las que logren sobrevivir.

Clama al cielo que semana si, y semana también, como un mantra se repita el mismo ritual, y el “gobierno,” con una ley que sobradamente ha demostrado su ineficacia, siga alimentando chiringuitos, y eche la culpa a los que acaban de llegar…

Vienen a mí recuerdos de la infancia, de mi imberbe juventud.

Pienso en Dña. Nola, una negra, hija o nieta de esclavos, murió relativamente joven, 45 años, 50 quizás, jamás he visto calzados sus pies, sus vestidos siempre remendados, como propiedad, dos hijos, uno de los cuales amantó hasta cambiar todos los dientes, como premio le tocó morir apaleada a manos de su pareja, un portugués, que para rematar la faena acabó por desgraciar la vida de sus hijos, Paulo y Tonico, que no llegaron a cumplir los 18.

Intento hacer memoria, pero no recuerdo que aquél desgraciado hubiera pagado por el crimen cometido.

Pienso también, en esos diez minutos diarios, esos diez minutos anónimos de los que está prohibido hablar, esos diez minutos que pasan a las estadísticas sin pena ni gloria, sin manifestaciones, pancartas ni declaraciones en los parlamentos, sin lobbies que los defiendan, esos diez minutos que se tiran de un puente, cuelgan de una soga o se cortan las venas para dejarse ir plácidamente.

Nadie habla de esos diez minutos indecentes, para esos no hay pancartas ni miradas bajas, no hay declaraciones altisonantes en los parlamentos ni en ninguna plaza.

Se van quizás aburridos, aborrecidos, hastiados de no ser nada, de ser ninguneados, se van unos por acosados, otros arruinados, otros porque aquí ya no pintan nada, la administración, el sistema ya les ha matado…

Suman entre todos la friolera de Entre 3.600 y 3.700 minutos al año, 61.6 horas de silencio sepulcral sin discriminación de sexo o edad.

Me pregunto si algún día nuestros representantes se dignarán a hablar de ellos y propondrán alguna solución, o, si simplemente seguirán callando como putas.


By: Luis Ángel Jul López.

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