… Manos cruzadas, miradas al suelo, en lo que va de
año van 52, y mucho me temo, esté ya en el horno el minuto 53…
Declaraciones más o menos compungidas, fingidas de
dolor, una hora menos ocho minutos de silencio, de inacción, una hora menos
ocho minutos de hipocresía, de manipulación, y así, hasta la próxima víctima
para añadir un minuto más…
Mientras tanto en el país de los derechos y de los
lobbies, los cobardes sin valor para enfrentarse a un hombre seguirán matando
a mujeres, niños, o quizás, quemando mendigos en los cajeros, y no pasará nada, tan
solo un minuto de silencio y el tres por ciento del presupuesto pactado a las que
logren sobrevivir.
Clama al cielo que semana si, y semana también, como
un mantra se repita el mismo ritual, y el “gobierno,” con una ley que
sobradamente ha demostrado su ineficacia, siga alimentando chiringuitos, y eche
la culpa a los que acaban de llegar…
Vienen a mí recuerdos de la infancia, de mi imberbe
juventud.
Pienso en Dña. Nola, una negra, hija o nieta de
esclavos, murió relativamente joven, 45 años, 50 quizás, jamás he visto
calzados sus pies, sus vestidos siempre remendados, como propiedad, dos hijos,
uno de los cuales amantó hasta cambiar todos los dientes, como premio le tocó
morir apaleada a manos de su pareja, un portugués, que para rematar la faena acabó por desgraciar la
vida de sus hijos, Paulo y Tonico, que no llegaron a cumplir los 18.
Intento hacer memoria, pero no recuerdo que aquél
desgraciado hubiera pagado por el crimen cometido.
Pienso también, en esos diez minutos diarios, esos
diez minutos anónimos de los que está prohibido hablar, esos diez minutos que
pasan a las estadísticas sin pena ni gloria, sin manifestaciones, pancartas ni
declaraciones en los parlamentos, sin lobbies que los defiendan, esos diez
minutos que se tiran de un puente, cuelgan de una soga o se cortan las venas para
dejarse ir plácidamente.
Nadie habla de esos diez minutos indecentes, para
esos no hay pancartas ni miradas bajas, no hay declaraciones altisonantes en
los parlamentos ni en ninguna plaza.
Se van quizás aburridos, aborrecidos, hastiados de
no ser nada, de ser ninguneados, se van unos por acosados, otros arruinados, otros
porque aquí ya no pintan nada, la administración, el sistema ya les ha matado…
Suman entre todos la friolera de Entre 3.600 y 3.700
minutos al año, 61.6 horas de silencio sepulcral sin discriminación de sexo o edad.
Me pregunto si algún día nuestros representantes se
dignarán a hablar de ellos y propondrán alguna solución, o, si simplemente
seguirán callando como putas.
By: Luis Ángel Jul López.