A veces
siento que estoy siendo reiterativo en mis escritos, no me gustaría hacerme el
pesado, pero por desgracia las noticias son las que son, y por desgracia todos
los días vienen marcadas, por la inmundicia, corrupción y podredumbre que se ha instalado en las cúpulas
del poder de nuestro país.
La piara
nacional que se ha instaurado en las instituciones, apoderándose de lo público, arrogándose el
privilegio de representarnos, dictar normas y leyes de obligado cumplimiento para todos los
ciudadanos, o casi todos, puesto que
ellos las violan sistemáticamente, es algo ya insoportable.
Lo que está
sucediendo, es algo que no tiene parangón con nada conocido, y que ha
transformado este país en un grande teatro lleno de mierda, aquí hay estiércol
para dar y tomar, lo hay en la calle, en las bancadas, y principalmente en el
escenario, donde los guiñoles bailan al ritmo que marcan los que mueven los hilos de los titiriteros por detrás del escenario.
La obra a la
cual por desgracia tenemos que asistir, queramos o no; -la entrada ya está
pagada- podría titularse; El desguace de la península, o, Cómo de una vieja
piel de toro hacer unos cuantos sayos, -privados claro está.-
Estamos
viviendo el esperpento de un país que grava la luz del Sol, mientras el
ministro artífice e impulsor de dicha ley, tiene los cojones de tributar en paraísos
fiscales.
¿Quién había
dicho aquello de que el Sol sale para todos?
Un país en el
cual los delitos de guante blanco, yo más bien diría de manos negras, se dejan
prescribir en instrucciones eternas.
Un país en el cual las manos limpias están
sucias, dónde los defensores de los clientes de los bancos cobran de la misma
banca por hacer caso omiso a los agravios inferidos a sus defendidos.
Un país donde
esos mismos defensores extorsionan a los trileros de la banca so pena de airear
los trapos sucios al mejor estilo de Lucky Luciano.
Un país donde la banca asesora, ayuda y
facilita instrumentos a los ministros, para que estos puedan defraudar más y mejor, y luego en reciprocidad estos les devuelvan el
favor en forma de leyes o normas en contra de la ciudadanía.
Un país donde
los jueces pusilánimes miran hacia otro lado,
cuando el juzgado es uno de los de su lado.
Un país donde
el propio ciudadano se flagela de buen grado para mantener en el sillón al
“larapio” al que ha votado.
No señores,
no, no quiero un país donde la piara nacional esté en las instituciones.
No quiero un
país de marranos ladrones, donde los chorizos hacen ventosa con el culo para
aferrarse a los sillones, donde se promulgan leyes incoherentes y luego se echa
la culpa a las instituciones, donde se prevarica todos los días en contra de la
ciudadanía.
Quiero un
país democrático, donde nuestro voto no sea un talón en blanco al portador
válido por cuatro años.
Quiero que mi
voto sea mío en cualquier circunstancia, quiero un país diferente.
Quiero poder
echar al chorizo de turno a patadas en el culo, desahuciarlo de sueldo, de
jubilaciones ventajosas y del sillón.
Quiero un país en el cual se pueda “desvotar…”
Tenemos la tecnología el conocimiento, y las herramientas necesarias, hagámoslo.
Tenemos la tecnología el conocimiento, y las herramientas necesarias, hagámoslo.
Fin de la
primera parte.
Seguirá…