lunes, 18 de abril de 2016

Con perdón de los marranos.


A veces siento que estoy siendo reiterativo en mis escritos, no me gustaría hacerme el pesado, pero por desgracia las noticias son las que son, y por desgracia todos los días vienen marcadas, por la inmundicia, corrupción y  podredumbre que se ha instalado en las cúpulas del poder de nuestro país.

La piara nacional que se ha instaurado en las instituciones,  apoderándose de lo público, arrogándose el privilegio de representarnos, dictar normas y  leyes de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos, o casi todos, puesto  que ellos las violan sistemáticamente, es algo ya insoportable.

Lo que está sucediendo, es algo que no tiene parangón con nada conocido, y que ha transformado este país en un grande teatro lleno de mierda, aquí hay estiércol para dar y tomar, lo hay en la calle, en las bancadas, y principalmente en el escenario, donde los guiñoles bailan al ritmo que marcan los  que mueven los hilos de  los titiriteros por detrás del escenario.

La obra a la cual por desgracia tenemos que asistir, queramos o no; -la entrada ya está pagada- podría titularse; El desguace de la península, o, Cómo de una vieja piel de toro hacer unos cuantos sayos, -privados claro está.- 

Estamos viviendo el esperpento de un país que grava la luz del Sol, mientras el ministro artífice e impulsor de dicha ley, tiene los cojones de tributar en paraísos fiscales.

¿Quién había dicho aquello de que el Sol sale para todos?

Un país en el cual los delitos de guante blanco, yo más bien diría de manos negras, se dejan prescribir en instrucciones eternas.

 Un país en el cual las manos limpias están sucias, dónde los defensores de los clientes de los bancos cobran de la misma banca por hacer caso omiso a los agravios inferidos a sus defendidos.

Un país donde esos mismos defensores extorsionan a los trileros de la banca so pena de airear los trapos sucios al mejor estilo de Lucky Luciano.

 Un país donde la banca asesora, ayuda y facilita instrumentos a los ministros, para  que estos puedan defraudar más y mejor,  y luego en reciprocidad estos les devuelvan el favor en forma de leyes o normas en contra de la ciudadanía.

Un país donde los jueces pusilánimes miran hacia otro lado,   cuando el juzgado es uno de los de su lado.

Un país donde el propio ciudadano se flagela de buen grado para mantener en el sillón al “larapio” al que ha votado.

No señores, no, no quiero un país donde la piara nacional esté en las instituciones.

No quiero un país de marranos ladrones, donde los chorizos hacen ventosa con el culo para aferrarse a los sillones, donde se promulgan leyes incoherentes y luego se echa la culpa a las instituciones, donde se prevarica todos los días en contra de la ciudadanía.

Quiero un país democrático, donde nuestro voto no sea un talón en blanco al portador válido por cuatro años.

Quiero que mi voto sea mío en cualquier circunstancia, quiero un país diferente.

Quiero poder echar al chorizo de turno a patadas en el culo, desahuciarlo de sueldo, de jubilaciones ventajosas y del sillón.

 Quiero un país en el cual se pueda “desvotar…”

 Tenemos la tecnología el conocimiento, y las herramientas necesarias, hagámoslo.

Fin de la primera parte.

Seguirá…


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