A veces no sé
ni cómo empezar un artículo, las ideas se mezclan en mi mente de tal manera, que
es como si todo se hubiera enredado. No es que no tenga claro lo que quiero
expresar, sino que no sé cómo expresarlo
para no herir sensibilidades. Aunque parezca contradictorio, en muchas
ocasiones, en el fondo, estoy de acuerdo con aquello que critico pero, no en la
forma de llevarlo a cabo o reivindicarlo.
Este fin de
semana ha sido intenso en cuanto a efemérides: se ha ido el mejor presidente de
la democracia y tuvimos la culminación de la marcha por la dignidad. A este
último hecho quiero hacer referencia.
Como he dicho
antes, estoy de acuerdo con muchas de las reivindicaciones que han dado origen
a dicha manifestación, pienso que se debería seguir luchando, pero teniendo en
cuenta no solo lo justo de las peticiones, sino la posibilidad real de poder
llevarlas a cabo, esto es una carrera de fondo. “Ellos” nos llevan casi
cuarenta años de ventaja, y esa distancia no se recupera en un día.
Los
organizadores de la marcha por la dignidad, que en la mayoría de los casos
estarán politizados, han vuelto a cometer el mismo error de siempre, esto es:
achacar los recortes al PP, basándose en que está haciendo políticas de
derechas, llevando de esa manera sus reivindicaciones al terreno de la
ideología y tratando de deslegitimar a
un gobierno que ha salido de las urnas, y lo que todavía es más grave, permitiendo que
la marcha terminase como el rosario de la aurora.
La razón de
la sinrazón, que tuvo su epílogo en la razón de los adoquines, hierros con
pinchos y bolas de acero.
Personas que
me son próximas podrían corroborar cuán indignado estoy con la situación que
estamos atravesando, y estaría dispuesto a participar de una manifestación en
la cual todos llevásemos bastón, pero no para pegar a la policía, ¡no!, esos
señores están ahí para evitar altercados, mantener el orden, y proteger la
propiedad privada. El bastón sería en tal caso para hacerle un buen bollo en la
cabeza a esos desaprensivos, los mismos fumados de siempre, los que han dado al
traste con las reivindicaciones de unos señores que se han dejado la piel de
los pies en la carretera.
Estamos
viviendo una etapa que guarda cierta similitud con los años de la transición,
con la diferencia de que hoy no hay el riesgo de que intervenga el ejército
-toco madera-. Esa falta de riesgo al parecer le ha dado alas a un cierto
radicalismo de “izquierdas” que se cree en posesión de la verdad y con
legitimidad para hacer lo que le sale de las bolas; no es así, y yo desde mi
pequeña tribuna, abogo por que los organizadores de manifestaciones organicen
su propia seguridad, tal y como al parecer hacía el partido comunista cuando lo
legalizaron, y por el mismo motivo: para no dar razones a la sinrazón, para que
los que hoy mandan no puedan justificar las injusticias, para que no pongan
etiquetas a gente honrada por culpa de unos mamarrachos criminales, no hay que
hacerle el juego a las grandes corporaciones… que son los que mandan. No existe
izquierda ni derecha, son los mismos de siempre quienes mueven los hilos, lo único que cambia son los muñecos del
guiñol.
Si queremos
cambiar algo, o por lo menos darlo a entender, ahora tenemos una oportunidad. En
las elecciones al parlamento europeo, votemos en masa, sin ideología, a nuestro
favor, metan en el sobre sus reivindicaciones, sus quejas, y si se tercia un
trozo de papel higiénico… usado.